Espina bífida

La espina bífida es un diagnóstico descriptivo que también tiene los nombres de
mielomeningocele, espina bífida quística y mielodisplasia. Se diagnostica al nacer por la
presencia de un saco externo sobre la espalda del bebé a lo largo de la columna. Este saco
contiene la médula espinal y las meninges, que son las capas protectoras de tejido que
envuelven la médula espinal. La cirugía se suele practicar a los pocos días después del
nacimiento para cerrar el defecto causativo en las vértebras de tal manera que la
mielomeningocele (y la médula espinal) ya no quede expuesta y tenga menos
probabilidad de lesionarse.
El resultado de la mielomeningocele y la cirugía es fundamentalmente una lesión de la
médula espinal. Existe cierto grado de parálisis y pérdida sensorial por debajo del nivel
del saco. También suele haber algún grado de hidrocefalia, que es un aumento del líquido
en el cerebro. La hidrocefalia se trata con una derivación

que es un tubo que se
implanta quirúrgicamente desde el cerebro hasta el abdomen para ayudar a regular la
cantidad de líquido. Como con todas las lesiones de la médula espinal, el deterioro exacto
es único de cada persona en particular. Sin embargo, la espina bífida suele estar
acompañada de otras malformaciones del cerebro y de la médula espinal. Entre estas se
encuentran la malformación de Chiari tipo II, la hidromielia y el anudamiento de la
médula espinal. Estas afecciones asociadas pueden tornarse sintomáticas, en especial
durante el crecimiento del niño.
La espina bífida suele ser tanto una indicación como una precaución para montar a
caballo. Es una indicación porque es muy probable que algunos de los problemas físicos
y evolutivos asociados a ella mejoren con la equitación terapéutica. Por ejemplo, un niño
o un adulto con espina bífida puede tener menos equilibrio para sentarse en forma
independiente; un programa de equitación terapéutica bien planificado puede ajustar
dicho equilibrio de manera tal que las actividades funcionales de la vida cotidiana cuando
no están montando, tales como sentarse o caminar, también mejoren. Sin embargo, la
espina bífida es una precaución para practicar equitación puesto que el mismo equilibrio
para sentarse que está deteriorado hace que las caídas sean más probables. Además,
quizás el jinete tenga una menor sensación en las piernas y en la zona de asiento, lo que
hace posibles las úlceras de decúbito y la irritación de la piel. De este modo, si la palabra
“precaución” implica la necesidad de mayores investigaciones antes de practicar
equitación, considerar a un jinete con espina bífida significa que el centro de operaciones
necesitará conseguir un historial clínico actualizado y, además, evaluar a ese jinete con el
propósito de planificar un programa seguro y eficaz.



El jinete con espina bífida debe facilitarle al centro información relacionada con el nivel
del defecto de la médula espinal, cualquier problema médico conocido afín y la presencia
de una derivación, escoliosis, hidromielia, malformación de Chiari tipo II y anudamiento
de la médula espinal. El centro debe obtener un informe del terapeuta que repase el grado
de movilidad del jinete, las capacidades funcionales tales como caminar, trasladarse,
capacidad para y modo de conducir la silla de ruedas, equilibrio para permanecer sentado
y parado, control de brazos y manos, así como la sensibilidad y antecedentes de
degradación dérmica en las áreas afectadas. Suele haber cognición normal.
Preferentemente, el terapeuta del centro debe evaluar al jinete y planificar el programa
junto con el instructor de equitación terapéutica.
Puede ser muy propicio para el niño con espina bífida montar a caballo junto con el
terapeuta físico u ocupacional en una situación de tratamiento tal como la hipoterapia, o
en una clase junto con el terapeuta que provea un aporte terapéutico práctico. Los niños
con espina bífida suelen presentar características de desarrollo tardío -por ejemplo,
deterioro en el procesamiento de sensaciones tales como su ubicación en el espacio-
simplemente debido al hecho de que se encuentran físicamente discapacitados. El niño
puede tener deterioro del movimiento y del sentido de la postura corporal simplemente
porque no se movió tanto como otro niño sin problemas y sus padres y tutores tocaron y
movieron menos su físico. Por lo tanto, el programa de equitación quizás necesite estar
más concentrado al principio en el nivel evolutivo y menos en aprender las habilidades de
la equitación.
Cuando un niño con espina bífida anda a caballo, el centro y el instructor deben
familiarizarse con los síntomas del anudamiento de la médula espinal, de Chiari tipo II y
de la hidromielia. El anudamiento de la médula espinal se produce cuando la
mielomeningocele reparada quirúrgicamente se anuda y se ancla debido a la formación de
tejido fibroso cicatrizado después de la cirugía. Por lo general, a medida que la columna
del jinete se mueve en respuesta a los movimientos del caballo, y a medida que el niño
crece, la médula espinal se mueve con libertad en el canal espinal. Se encuentra
encapsulada pero no restringida por las vértebras de la columna. Cuando se produce el
anudamiento de la médula espinal, la médula del jinete se ancla en el área de la
mielomeningocele reparada y no se puede mover con libertad en el canal espinal. Se
pueden observar ciertos síntomas cuando se presenta el anudamiento de la médula y el
personal del centro debe observarlos de la siguiente manera:
marcha que se agrava
escoliosis que aumenta rápidamente mayor incontinencia
dolor de espalda o en las piernas
espasticidad (que aparece recientemente o se agrava)
Si aparecen estos síntomas, el centro debe informárselos a los padres o tutores del niño y
a su médico. El programa de equitación puede ser la fuente terapéutica más consistente
que tenga el niño, lo que muestra la importancia del rol del centro en advertir e informar
los síntomas de anudamiento de la médula espinal. Es muy probable observar tales



síntomas en el niño que va creciendo y, en especial, en el que es más funcional dado que
tiene un menor nivel de defecto espinal y en la capacidad de caminar.
También asociada a la espina bífida está la malformación de Chiari tipo II. Es un
conjunto estructural y congénito de anomalías de la parte inferior del cerebro que trae
aparejado una compresión del tallo cerebral y la obstrucción del flujo natural del líquido
cefalorraquídeo (el líquido que envuelve y protege el cerebro y la médula espinal).
Aunque la mayoría de los niños con espina bífida parecen tener esta anomalía cerebral,
sólo causa síntomas en el 20-30 por ciento de los casos. No obstante, los síntomas pueden
ser muy problemáticos ya que el tallo cerebral coordina actividades muy básicas, como,
por ejemplo, la respiración.
De nuevo, el programa de equitación puede ser la forma más consistente de terapia que el
niño reciba, con lo que el centro puede advertir el desarrollo de los siguientes síntomas:
Dificultad respiratoria (congestión ruidosa o dificultad para respirar, retracción
del pecho durante la inhalación en lugar de una expansión)
Apnea (interrupciones de la respiración)
Estridor – ruido tipo ladrido y de tono áspero al respirar, o cianosis, coloración
azulada de las uñas y la boca debido a la falta de oxígeno
Mayor dificultad para tragar, mayor babeo, arcadas o vómitos.
Un nuevo arqueo espástico hacia atrás de la cabeza, del cuello o de todo el cuerpo
Mayor debilidad/espasticidad de los brazos
Dolores de cabeza graves y persistentes que irradian desde la base del cráneo y el
cuello
Por último, la persona con espina bífida también puede tener hidromielia, que es un
incremento anormal de la cantidad de líquido cefalorraquídeo en la médula espinal.
Causa mayor debilidad muscular y presión sobre los nervios espinales. Esto permite el
desarrollo de una escoliosis. La hidromielia se alivia mediante la reparación de la
derivación, el implante de una derivación en la médula espinal o por medio del drenaje
quirúrgico del líquido. El centro debe observar e informar sobre los síntomas que
incluyan:
Pérdida progresiva de la fuerza muscular
Escoliosis que aumenta rápidamente
Las antedichas condiciones asociadas a la espina bífida no se deben tomar a la ligera. A
medida que los centros de operaciones aumentan en número y cantidad de pacientes, es
probable que un centro encuentre a un niño con tales síntomas. A medida que los centros
prestan asistencia a más personas con necesidades socioeconómicas, en especial a los
niños, es posible que los instructores y los terapeutas del centro sean los primeros en
advertir los síntomas persistentes. El instructor y el terapeuta deben preguntar si el niño
con espina bífida ha sido evaluado para detectar la presencia de los síntomas de
anudamiento de la médula espinal, de Chiari tipo II y de hidromielia. Si el padre o tutor
parece ignorar que tales afecciones pueden existir, el centro incluso puede necesitar



familiarizarlos con los síntomas y alentarlos a consultar con el neurólogo o el médico del
niño respecto de dichas afecciones. De este modo, el aspecto preventivo de la espina
bífida es que, si bien la condición es de naturaleza no progresiva desde el punto de vista
técnico, existen problemas afines que pueden ser muy progresivos e incluso pueden poner
en riesgo la vida.
Antes, los jinetes con espina bífida se consideraban los menos problemáticos, los más
capaces y los más susceptibles a beneficiarse con la equitación. Aunque los instructores y
los terapeutas del centro necesitan observar de cerca al jinete para detectar los problemas
abordados anteriormente, la equitación terapéutica sigue siendo, en la mayoría de los
casos, una actividad muy saludable, beneficiosa y terapéutica para todas las personas con
espina bífida. Muchas de esas personas pueden progresar hacia altos niveles de
independencia en sus habilidades de equitación e incluso comenzar a competir. La
equitación terapéutica puede ser, de por vida para la persona con espina bífida, una
manera excelente de mantener o mejorar las habilidades vitales funcionales, la condición
y la fuerza física, a la vez que brinda una experiencia gratificante para el jinete y para
todo el equipo de equitación terapéutica.
aconseja a los lectores consultar a un médico u otro profesional calificado.

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